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Dia de muertos en México

dia muertos Mexico El día de Muertos en México es una fiesta que vale la pena vivir. Por eso desde el 2003 la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) reconoce esta tradición mexicana como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

Dos de las celebraciones más importantes de México se realizan en el mes de noviembre. Según el calendario católico, el primero de noviembre está dedicado a Todos los Santos y el día dos a los Fieles Difuntos. En estas dos fechas se llevan a cabo los rituales para rendir culto a los antepasados. Es el tiempo en que las almas de los parientes fallecidos regresan a casa para convivir con los familiares vivos y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares domésticos.

La celebración del Día de Muertos, como se le conoce popularmente, se practica en toda la República Mexicana. En ella participan tanto las comunidades indígenas, como los grupos mestizos, urbanos y campesinos. Según la creencia del pueblo, el día primero de noviembre se dedica a los “muertos chiquitos”, es decir, a aquellos que murieron siendo niños; el día dos, a los fallecidos en edad adulta. En algunos lugares del país el 28 de octubre corresponde a las personas que murieron a causa de un accidente. En cambio, el 30 del mismo mes se espera la llegada de las almas de los “limbos” o niños que murieron sin haber recibido el bautizo.

El ritual de Día de Muertos conlleva una enorme trascendencia popular y su celebración comprende muy diversos aspectos, desde los filosóficos hasta los materiales.

La celebración de Todos los Santos y Fieles Difuntos, se ha mezclado con la conmemoración del día de muertos que los indígenas festejan desde los tiempos prehispánicos. Los antiguos mexicanos, o mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano. Antes de la llegada de los españoles, dicha celebración se realizaba en el mes de agosto y coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, calabaza, garbanzo y frijol. Los productos cosechados de la tierra eran parte de la ofrenda.

Los Fieles Difuntos, en la tradición occidental es un acto de luto y oración para que descansen en paz los muertos. Y al ser tocada esta fecha por la tradición indígena se ha convertido en fiesta con un carnaval de olores, gustos y sentimientos.

El Día de Muertos, como culto popular, es un acto que lo mismo nos lleva al recogimiento que a la oración o a la fiesta; sobre todo esta última en la que la muerte y los muertos deambulan y hacen sentir su presencia cálida entre los vivos. Con nuestros muertos también llega su majestad la Muerte; baja a la tierra y convive con los mexicanos y con sus diferentes culturas indígenas.

El país y su gente se visten de muchos colores para venerar la muerte: el amarillo de la flor de cempasúchil, el blanco del alhelí, el rojo de la flor afelpada llamada pata de león. Es el reflejo del sincretismo de dos culturas: la indígena y la hispana, que se impregnan y crean un nuevo lenguaje y una escenografía de la muerte y de los muertos. Entre los antiguos pueblos nahuas, después de la muerte, el alma viajaba a otros lugares para seguir viviendo. Por ello es que los enterramientos se hacían a veces con las herramientas y vasijas que los difuntos utilizaban en vida, y, según su posición social y política, se les enterraba con sus acompañantes, que podían ser una o varias personas o un perro.

Hay que considerar que la celebración de Día de Muertos, sobre todo, es una celebración a la memoria. Los rituales reafirman el tiempo sagrado, el tiempo religioso, el tiempo de memoria colectiva. El ritual de las ánimas es un acto que privilegia el recuerdo sobre el olvido.

La ofrenda que se presenta los días primero y dos de noviembre constituye un homenaje a un visitante distinguido, pues el pueblo cree sinceramente que el difunto a quien se dedica habrá de venir de ultratumba a disfrutarla. Se compone, entre otras cosas, del típico pan de muerto, calabaza en tacha y platillos de la culinaria mexicana que en vida fueron de la preferencia del difunto. Para hacerla más grata se emplean también decoraciones como las flores, papel picado, velas amarillas, calaveras de azúcar, los sahumadores en los que se quema el copal .

En el calendario agrícola, la festividad de día de muertos coincide con el final del ciclo del maíz y esto se reitera de alguna manera en el homenaje que se le hace a la muerte a través de ofrendas llenas de comida, donde la base es el mismo maíz. A los niños o angelitos se les pone dulce, chocolate y juguetes; mientras que a los difuntos adultos se les pone comida más elaborada y en su mayoría la bebida alcohólica de su preferencia, sin que puedan faltar las flores que complementan la belleza de los altares. Cada región del país posee una manera particular de celebrar a sus muertos por ello es importante conocer la diversidad de ofrendas y sus significados más cercanos.

Fiesta de día de muertos en el México actual

El sincretismo entre costumbres españolas e indígenas dio origen a lo que actualmente constituye la Fiesta de Día de Muertos. En México, país pluricultural y pluriétnico, la celebración de muertos no tiene un carácter homogéneo, sino que adquiere diferentes modalidades según el pueblo indígena o grupo social que la realice. Las variantes rituales son muchas, sin embargo, todas ellas giran alrededor de ciertas prácticas comunes: la bienvenida y despedida de las ánimas, la colocación de ofrendas para los muertos, el arreglo de las tumbas, la velación en el cementerio y la celebración de oficios religiosos.

Los preparativos para estas fiestas varían; algunas comunidades inician el 15 de mayo, con la siembra del cempasúchitl; otras los primeros días de octubre empiezan a hacer sus ahorritos para la fiesta de noviembre. En el caso de los nahuas de Tepexititla y Chililico, se inicia el 29 de septiembre, fecha en que se celebra a San Miguel, este día se realiza la primera ofrenda a los muertos.

Los últimos días de octubre o el primero de noviembre dependiendo del grupo, da inicio a la celebración del Día de Muertos, que al parecer esta marcado por la preparación de la ofrenda en la cual participa toda la familia. En estas ofrendas podemos encontrar diferentes elementos como son: el arco de carrizo de varas o caña adornado; la flor de cempasuchitl; las velas o luces; el copal; una cruz o algún santo; alfarería o cerámica funeraria ornamental; comida y bebida, entre otras cosas.

Durante este periodo la productividad aumenta significativamente. Los artesanos de Chililico, en el estado de Hidalgo; los de Santa Fe de la Laguna y Patamban en Michoacán; los de Amozoc en Puebla; en Oaxaca los de Atzopan; – solo por mencionar algunos lugares que se destacan por su alfarería y cerámica funeraria ornamental- empiezan a trabajar uno o dos meses antes. La colocación de la ofrenda y todas las actividades que se realizan alrededor de la celebración del Día de Muertos, originan una gran producción artesanal de carácter meramente ritual. Semanas antes de las fechas conmemorativas, los artesanos de todo México comienzan la tarea de elaborar objetos rituales que han de utilizarse para el adorno de tumbas, ofrendas y los servicios religiosos.

 Es costumbre en algunos lugares, que los incensarios, los candelabros y las vajillas donde se sirve la comida de los difuntos, sean nuevos; por lo que cada año se prevé el gasto de la compra. Después de “usados” por el muerto, sirven para el uso cotidiano.

Las producciones artesanales son muchas y muy variadas. Destacan las flores de papel de estaño del Estado de México; el papel picado de Puebla; los sahumerios de Chiapas; los ángeles y querubines de azúcar de San Luis Potosí; los “monumentos funerarios” de alfeñiques de Puebla; las calaveras de azúcar, chocolate y amaranto de la Ciudad de México; los candelabros de Oaxaca; la cerámica negra de Michoacán; los juguetitos de barro pintado de Veracruz; el pan polimorfo de toda la República y, por supuesto, la artesanía culinaria y efímera que elaboran las mujeres para la ofrenda.

Todos estos productos artesanales cumplen una función específica, están dirigidos a las ánimas de los parientes muertos y tienen como objeto propiciar su llegada, a la vez que proporcionarles la esencia de los elementos que les permitan mantenerse en buenas condiciones en el lugar del más allá en que se encuentran. Por otro lado, por medio del ritual de la ofrenda y sus componentes, el difunto obtiene la conciencia de que no ha sido olvidado, de que aún “vive” en el recuerdo de sus familiares porque es objeto de atenciones especiales el día de la «Fiesta de la Muerte».

Las flores como el gladiolo, la siempreviva, la cresta de gallo, o la flor de los cuatrocientos pétalos, más conocida como la flor de muerto ocempoaxuchitl inundan los mercados, mientras la parafina, cera, sebo, le van dando forma a las velas tan codiciadas en esas fechas.

Los panaderos se encargan de satisfacer el paladar de vivos y muertos con los panes especiales para esa época del año como son: el pan de muerto, la rosca de la vida, pan cruzado, huesos de manteca, entre otros. Cabe mencionar que muchos panes especiales para estas fechas, tienen formas humanas o de animales. Los pasteleros hacen lo suyo con las famosas calaveritas de azúcar que llevan impreso el nombre del comprador, las cruces, los violines o el sabroso dulce de pepita de calabaza. Así, los mercados se ven abarrotados de tejocotes, caña, calabaza y todos los ingredientes necesarios para elaborar los platillos que se ofrendan a los muertos y que se comen los vivos.

La fiesta de Día de Muertos en México principalmente entre los grupos indígenas, es un momento de reunión de toda la familia, tanto vivos como muertos, con lo cual, se fortalece la identidad, además de las relaciones sociales interfamiliares y comunales . Es por esto, que esta celebración tiene una función social de suma importancia por la gran riqueza simbólica que se encuentra presente durante toda la celebración.

En varios grupos indígenas se acostumbran las comparsas, las cuales juegan un papel importante, pues no solo se trata del rito de ahuyentar u ofrendar a los muertos, o de la representación de las ánimas que no tienen una casa a la cual llegar, y que vagan por la comunidad, la cual se encarga de dar a dichas ánimas alimento y bebida, sino también de transgredir normas y la representación de los problemas cotidianos así como de su entorno a través de la danza y la música.

La música se escucha por todos lados, en el cementerio, acompañando las comparsas, en las casas, en la iglesia. Los géneros que se tocan son diversos y varían según la región, .

Para recibir a las ánimas, se les quema copal y se les dirigen algunas palabras de bienvenida. Es común que estas acciones vayan acompañadas de música. Uno o dos días antes de la fecha, los familiares acuden al cementerio a limpiar y a adornar las tumbas con flores, velas y cruces. Las ofrendas se colocan en los altares domésticos o sobre mesas de uso cotidiano. Se cubren con finos manteles, papel de china, hojas de plátano o petates de tule, según sea la costumbre regional. Después se les agregan flores especiales para la ocasión, ceras, alimentos, incensarios con copal, la bebida que más le gustaba al difunto, cigarrillos, panes, fruta, calaveras de azúcar, sal, el retrato del muerto y un vaso con agua, ya que las ánimas están sedientas por el viaje emprendido a la tierra.

Desde la entrada de la casa a la ofrenda se pone un camino de pétalos de flores de cempaxúchitl, que sirve como guía para que las almas lleguen al altar y puedan absorber la esencia de los alimentos puestos para tal efecto. Para despedir a las ánimas se tañen las campanas de la iglesia y se queman cohetes. Mientras la banda toca música fúnebre, los deudos acompañan a las almas hasta el panteón para que puedan regresar a sus tumbas.

Ofrendas de día de muertos

La ofrenda es un ritual, un acto sagrado, pero también puede ser profano: la tradición popular es la simbiosis de la devoción sagrada y la práctica profana.

Ofrendar, en el Día de Muertos, es compartir con los difuntos el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y, si son adultos, el vino. Ofrendar es estar cerca de nuestros muertos para dialogar con su recuerdo, con su vida. La ofrenda es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria. La ofrenda del Día de Muertos es una mezcla cultural donde los europeos pusieron algunas flores, ceras, velas y veladoras; los indígenas le agregaron el sahumerio con su copal y la comida y la flor de cempasúchil (Zempoalxóchitl). La ofrenda, tal y como la conocemos hoy, es también un reflejo del sincretismo del viejo y el nuevo mundo. La ofrenda de muertos debe tener varios elementos esenciales. Si faltara uno de ellos, se pierde aunque no del todo el encanto espiritual que rodea a este patrimonio religioso.

El pan de muerto en las regiones de México

Las ofrendas de muertos tienen su origen en las culturas prehispánicas. Una ofrenda similar a la actual de día de muertos era la de la diosa Cihuapipiltin, dedicada a las mujeres que morían en el primer parto. Se creía que rondaban por el aire causando enfermedades entre los niños, por ello les hacían regalos en el templo o en las encrucijadas del camino. Las ofrendas consistían en «panes» de diversas figuras como mariposas o rayos (Xonicuille) hechos a base de amaranto y «pan ázimo» que era un pan de maíz seco y tostado, otros ofrecían unos tamales (Xucuientlamatzoalli) y maíz tostado llamado Izquitil. Casi toda la ofrenda era de amaranto porque lo consideraban

un alimento especial. En la ofrenda de Huitzilopochtli  la gente  «no comían otra cosa que no fuera Tzoalli con miel», con dicha mezcla a base de amaranto y miel de avispa o maguey, hacían un gran ídolo a imagen del Dios, lo adornaban y vestían, de igual manera elaboraban huesos grandes que depositaban a los pies del ídolo, además ofrendaban otros «panes» como tortillas pequeñas; pasada la fiesta se los dividían para comer.

El equivalente al pan de muerto como ahora lo conocemos sería el «Huitlatamalli» que era una especie de tamal. En la época prehispánica se hacía la «Papalotlaxcalli» o pan de mariposa que era exclusivo de esta ceremonia. Al parecer era como una tortilla a la cual se le imprimía a la masa aún cruda un sello en forma de mariposa, una vez cocida, se pintaba de colores.

Algunas variedades regionales del pan de muerto

Aguascalientes y Colima: 
Pan de muerto tradicional. Redondo, ovalado individual y familiar en tamaños variados.

Baja California, Chihuahua, Coahuila, Jalisco y Nayarit: Pan de muerto tradicional. Redondo, ovalado individual y familiar desde 60 gramos hasta 2 kilos

Distrito Federal y Estado de México
: «Pan de muerto» en algunos lugares llamado hojaldra, es el pan de muerto clásico, redondo, adornado con su canilla de la misma masa, espolvoreado con azúcar blanca y en otras poblaciones con azúcar rosa que recuerda el uso ceremonial del color rojo en la época prehispánica, que representa una tumba con un cráneo y varias canillas entrecruzadas que simulan los huesos, sustituyó al Zompantli.

Distrito Federal (Mixquic)
: Se realizan las «despeinadas», rosquitas de azúcar colorada, el típico pan de muerto con azúcar, ajonjolí y granillo, pan estilizado bordado con la misma masa y una cruz en el centro. Los panes en forma de mariposa, ya que se creía que, al morir, las niñas se convertían en mariposas.

Estado de México
: Muertes, es un pan antropomorfo hecho de yema de huevo, de esta misma masa se realizan los conejos, los borregos y las finas, que aparte lleva canela.También se produce pan blanco como el triconio y el pan sobado, que es una mezcla de masa blanca y masa dulce. Se realizan las gorditas de maíz quebrado, los tlaxcales, que están hechos de maíz fresco en forma de triángulo.
 Gorditas hechas de maíz quebrado, aparejos de huevo, huesos hechos de masa blanca y mantequilla decorados con azúcar, caladillas, -tortillas rectangulares-. 
Bordes dentados con la superficie blanqueada, salpicada con manchas rojas que representan los sacrificios prehispánicos, las quesadillas, son en forma de empanadas rellenas con piloncillo y queso fresco.
 En Texcoco se elabora el pan conejo, pan elaborado con manteca, nuez, guayaba y canela. Encaladillas y calaveras de masa galletosa glaseadas con puntos de azúcar rosa.

Guerrero: En las ofrendas (Huentli) se colocan panes llamados camarones, tortas y amargosas, también hay muñecos y pan de figura, adornados con azúcar color solferino. 
En la región de Tixtla se elaboran panes conocidos como almas con azúcar, burros con azúcar rosa, conejos y patas de mula, pan bordado. De Chilocachapa, proceden los tlaxcales hechos de maíz en forma de triángulo .
En Telolapan, se preparan figuras zoomorfas de peces, perros, mariposas que son dedicadas a las niñas, alacranes, conejos, etc.

Guanajuato: 
En Acámbaro se elaboran conejos, mulas, borregos y pan de canela. «almas» pan en forma de figura humana. Los que representan a los adultos son glaseados blancos y al centro un punto de azúcar rosa, y los niños son todos blancos.

Hidalgo: 
Moriscas de harina, canela, huevo y pulque. En Xochicoatlán, «bodoques«, pan que se regala a las personas que asistían al novenario. En la región huasteca se produce en estas fechas el pan conocido como «peluca«, pan que solía repartirse en los velorios y puesto en las ofrendas de muertos; pan hecho de harina de trigo en hornos calabaceros, es similar a los pambazos, con una bolita de masa el extremo que asemejaba a los chongos o molotes que se hacían en las pelucas antiguas.
 Tradicionales en la región de Tula son las gorditas de maíz amasadas con arena de hormiguero. Hay roscas ricamente adornadas, corazones similares al corazón humano, los hay barnizados, con azúcar blanca y rosa. También se elaboran las famosas «cuelgas» de diferentes tamaños. Las cruces adornadas con azúcar de colores y bordadas con la misma masa. También se elaboran los cocolitos, borregos y tortugas.

En la Huasteca, la festividad de muertos se llama shantolo (Xantolo); el pan el compañero obligado. En Huejutla se elaboran pequeños panecillos que reciben el nombre de frutas de horno e incluso el nombre del difunto, con dichos o cantos populares, cocolitos, rosquillas aplanadas, muñecas para las ofrendas femeninas, muñequitas para los hombres «de dudosa personalidad», angelitos para los niños y para los jóvenes que mueren antes de contraer nupcias, caballos grandes para los hombres mayores y pequeñitos para los niños. 
En el Mezquital el pan de muerto es una figura en forma de cuerpo humano completo o cabecitas, manos, huesos y hasta pezuñas de animales.
 Panes en forma humana con los bracitos cruzados, caritas de pasta pintada de colores vivos. Panes de sal y dulce sobrios con su ajonjolí espolvoreado o adornados con fondant multicolor.
 Gorditas de maíz amasadas con arena de hormiguero, 
»cajitas» que corresponden a los féretros usados para el entierro. «Rosca de la vida«, su consistencia es dura, se adorna con huesos o canillas de manteca que son la representación de huesos humanos y tienen una gran semejanza con aquellos que se hacían de masa en honor al dios Omacatl.

Michoacán: «Pan de ofrenda» elaborado con harina de trigo, levadura de soja, azúcar y sal.
 La masa cocida lleva su toque creativo, su color: vírgenes, conejos, burros, campesinos, sombreros, campesinas.
 Panes en forma de flores y calaveras pintadas con los nombres de los difuntos y de los vivos, con refranes y sentencias. 
»El Pan de hule» es parecido al pan de ofrenda, moreno, redondo, brilloso y lleva en la superficie dedicatoria al esposo, al novio, o la suegra.
 También hacen un pan llamado rosqueta que está hecho con hojas de plátano, anís y piloncillo.
 Y las tradicionales «corundas«, pan indígena que está hecho con masa de maíz y un punto de salsa de tomate con chile de árbol, envuelto con hojas de milpa verde, lo cual le da el color y sabor especial.
 Realza el pan de ofrenda «La rodilla de Cristo«, que es un pan redondo reventado con azúcar rosa que representa las heridas de Cristo.
 En Maravatío, se elaboran distintos tipos como el pan antropomorfo (figura humana), 
mitomorfo (personajes mitológicos), fitomorfo (de flores y hojas) y zoomorfo (animales)

Morelos
: Pan antropomorfo, sumamente adornado con bordado de la misma masa y los brazos a los lados a diferencia de otras regiones que representa los brazos cruzados.

Oaxaca
: «Regañadas«, panes de pasta hojaldrada que se utilizan en las ofrendas y que representan las «animas» de personas o animales.
 Pan de yema de huevo con o sin ajonjolí, hecho de azúcar con acabado de porcelana, que representa la cara del muerto adulto o de niño. 
En Tlacolula, elaboran conejos, payasos, pan de cazuela y pan de pulque. El 
»pan de yuca» que es originario de Mayultiaguis, el cual se manda a hacer.

Puebla
: Se hacen los «Golletes» (roscas adornadas con colores). El «sequillo» que es un mamón seco con un color amarillo yema de huevo.

En el resto del país se elaboran muchos otros tipos que pos su variedad sería difícil incluir en esta breve descripción. En México se utilizan en la producción panadera casi todas las técnicas de manufactura y decoración de cerámica. De una bola, una plancha o un cilindro surgen conchas, chilindrinas, galletas, trenzas. Para adornarlos se utiliza la misma masa, como en el pastillaje; con un palillo se raya la masa; con los dedos se forma el adorno de los panes, que llaman repulgado y que tanto recuerda los remates de las cazuelas. Cortes practicados con una hoja de metal simulan el plumaje de una ave, igual en barro que en masa de harina de trigo. Así los panes de fiesta en Hidalgo, en Guerrero, en Michoacán parecen terracotas o esculturas en madera.

Elementos imprescindibles para recibir a las ánimas

El agua. La fuente de la vida, se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y para que fortalezcan su regreso. En algunas culturas simboliza la pureza del alma.

La sal. El elemento de purificación, sirve para que el cuerpo no se corrompa, en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año.

Velas y veladoras. Los antiguos mexicanos utilizaban rajas de ocote. En la actualidad se usa el cirio en sus diferentes formas: velas, veladoras o ceras. La llama que producen significa «la luz», la fe, la esperanza; es una guía para que las ánimas puedan llegar a sus antiguos lugares y alumbrar el regreso a su morada. En varias comunidades indígenas cada vela representa un difunto, es decir, el número de veladoras que tendrá el altar dependerá de las almas que quiera recibir la familia. Si los cirios o los candeleros son morados, es señal de duelo; y si se ponen cuatro de éstos en cruz, representan los cuatro puntos cardinales, de manera que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa.

Copal e incienso. El copal era ofrecido por los indígenas a sus dioses ya que el incienso aún no se conocía, este llegó con los españoles. Es el elemento que sublima la oración o alabanza. Se utiliza para limpiar el lugar de los malos espíritus y que así el alma pueda entrar a su casa sin ningún peligro.

Las flores. Son símbolo de la festividad por sus colores y aromas. Adornan y aromatizan el lugar durante la estancia del ánima, la cual al marcharse se irá contenta, el alhelí y la nube no pueden faltar pues su color significa pureza y ternura, y acompañan a las ánimas de los niños.

En muchos lugares del país se acostumbra poner caminos de pétalos que sirven para guiar al difunto del campo santo a la ofrenda y viceversa. La flor amarilla del cempasuchil (Zempoalxóchitl) deshojada, es el camino del color y olor que trazan las rutas a las ánimas. Los indígenas creían que la cempasúchil era una planta curativa, pero ahora solo sirve para adornar los altares y las tumbas de los difuntos. Por esta razón se dice que a lo largo del tiempo la flor fue perdiendo sus poderes curativos. Flor de cempasúchil significa en náhuatl «veinte flor»; efeméride de la muerte.

El petate. Entre los múltiples usos del petate se encuentra el de cama, mesa o mortaja. En este particular día funciona para que las ánimas descansen así como de mantel para colocar los alimentos de la ofrenda.

El izcuintle. Lo que no debe faltar en los altares para niños es el perrito izcuintle en juguete, para que las ánimas de los pequeños se sientan contentas al llegar al banquete. El perrito izcuintle, es el que ayuda a las almas a cruzar el caudaloso río Chiconauhuapan, que es el último paso para llegar al Mictlán.

El pan. El ofrecimiento fraternal es el pan. Elaborado de diferentes formas, el pan es uno de los elementos más preciados en el altar.

El gollete y las cañas se relacionan con el tzompantli. Los golletes son panes en forma de rueda y se colocan en las ofrendas sostenidos por trozos de caña. Los panes simbolizan los cráneos de los enemigos vencidos y las cañas las varas donde se ensartaban.

Otros objetos para rememorar y ofrendar a los fieles difuntos

El retrato del recordado sugiere el ánima que nos visitará, pero este debe quedar escondido, de manera que solo pueda verse con un espejo, para dar a entender que al ser querido se le puede ver pero ya no existe.

La imagen de las Ánimas del Purgatorio, para obtener la libertad del alma del difunto, por si acaso se encontrara en ese lugar, para ayudarlo a salir, también puede servir una cruz pequeña hecha con ceniza.

Pueden colocarse otras imágenes de santos, para que sirva como medio de interrelación entre muertos y vivos, ya que en el altar son sinónimo de las buenas relaciones sociales. Además, simbolizan la paz en el hogar y la firme aceptación de compartir los alimentos, como las manzanas, que representa la sangre, y la amabilidad a través de la calabaza en dulce de tacha.

El mole con pollo, gallina o guajolote, es el platillo favorito que ponen en el altar muchos indígenas de todo el país, aunque también le agregan barbacoa con todo y consomé. Se puede incluir el chocolate de agua. La tradición prehispánica dice que los invitados tomaban chocolate preparado con el agua que usaba el difunto para bañarse, de manera que los visitantes se impregnaban de la esencia del difunto.

Las calaveras de azúcar medianas son alusión a la muerte siempre presente. Las calaveras chicas son dedicadas a la Santísima Trinidad y la grande al Padre Eterno.También se puede colocar un aguamanil, jabón y toalla por si el ánima necesita lavarse las manos después del largo viaje.

El licor es para que recuerde los grandes acontecimientos agradables durante su vida y se decida a visitarnos.

Una cruz grande de ceniza, sirve para que al llegar el ánima hasta el altar pueda expiar sus culpas pendientes. El altar puede ser adornado con papel picado, con telas de seda y satín donde descansan también figuras de barro, incensario o ropa limpia para recibir a las ánimas.

Las ofrendas de los muertos chiquitos

En la mayoría de los hogares campesinos, de extracción mestiza o indígena, y aún entre algunas familias urbanas, el 31 de octubre se elabora la ofrenda dedicada a los niños o “angelitos”. Sus ánimas llegan el día primero de noviembre para nutrirse de la esencia y el olor de los alimentos que sus padres les prepararon.

En el altar de los “angelitos” la comida no debe condimentarse con chile, porque les haría daño. Es imprescindible que las flores y los candelabros sean blancos, pues este color simboliza la pureza de estos inocentes difuntos. A los niños muertos se les ponen dulces de alfeñique, pasta elaborada con azúcar, con este material se fabrican figuras de animalitos, canastitas con flores, zapatos, ánimas y ataúdes.

En otros lugares, los altares se adornan con juguetitos de barro pintado con colores alegres; así cuando lleguen las ánimas de los difuntos “chiquitos” podrán jugar tal como lo hacían en vida. Todos los altares cuentan con panes en miniatura, pues es sabido que a los niños les gusta mucho, al igual que las tortillas, la fruta y el dulce de calabaza.

El mercado y la fiesta de los muertos

Las actividades rituales que se realizan durante las celebraciones del Día de Muertos, originan un intenso comercio de productos agrícolas y artesanales en todos los pueblos y ciudades de la República Mexicana.

Para elaborar las ofrendas, muchas familias obtienen los productos de sus propias cosechas y manufacturas artesanales. Sin embargo, si es necesario compran otros artículos y para ello se acude a los mercados regionales, que agregan a las mercancías habituales aquellas que se utilizarán para los altares y demás acciones colaterales.

Asimismo, con una o dos semanas de anticipación a la fiesta, aparecen mercados especializados en mercancías relacionadas con el Día de Muertos, entre ellos puede mencionarse el “Tianguis Grande” de Yecapiztla, Morelos; la “Plaza de Muertos”, que se ubica en los portales de Malinalco, Estado de México; el “Mercado de Muertos”, en la ciudad de Oaxaca, y los tianguis exteriores de los mercados establecidos en La Merced y de Jamaica en la Ciudad de México.

En las tiendas y vinaterías se adquieren las bebidas que se van a poner en el altar. Los cirios, las velas y las imágenes de santos se compran en las iglesias, los mercados o en las tiendas dedicadas a la venta de objetos religiosos. Los mercados de México, durante las fiestas de la muerte, constituyen uno de los espectáculos más bellos y tradicionales de la cultura popular.

 

Fuente: www.culturaspopulareseindigenas.gob.mx